Un lugar de refugio
March 23, 2025

Un lugar de refugio

Preacher:
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Passage: Josué 20:1-9

ESF, mensaje del servicio en el Día del Señor
3/23/2025
Un lugar de refugio
Josué 20:1-9
Habló Jehová a Josué, diciendo: 2 Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés, 3 para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre. 4 Y el que se acogiere a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y expondrá sus razones en oídos de los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar para que habite con ellos. 5 Si el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por accidente, y no tuvo con él ninguna enemistad antes. 6 Y quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la congregación, y hasta la muerte del que fuere sumo sacerdote en aquel tiempo; entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó.
7 Entonces señalaron a Cedes en Galilea, en el monte de Neftalí, Siquem en el monte de Efraín, y Quiriat-arba (que es Hebrón) en el monte de Judá. 8 Y al otro lado del Jordán al oriente de Jericó, señalaron a Beser en el desierto, en la llanura de la tribu de Rubén, Ramot en Galaad de la tribu de Gad, y Golán en Basán de la tribu de Manasés. 9 Estas fueron las ciudades señaladas para todos los hijos de Israel, y para el extranjero que morase entre ellos, para que se acogiese a ellas cualquiera que hiriese a alguno por accidente, a fin de que no muriese por mano del vengador de la sangre, hasta que compareciese delante de la congregación.

John G. Paton fue un misionero pionero en la tribu de las Nuevas Hébridas. Mientras Paton intentaba enseñar la Biblia a los nativos, descubrió que los nativos tenían palabras para: la casa, el árbol, la piedra y cosas por el estilo, pero no tenían palabras para el amor, la alegría y la paz. Lo peor de todo es que no tenían palabra para creer. Un día, mientras estaba sentado en su choza lleno de frustración, un viejo nativo entró y se desplomó en una silla. Agotado por un largo viaje, el hombre dijo: “Estoy apoyando todo mi peso en esta silla”. —¿Qué dijiste? —preguntó Paton. El hombre repitió: “Estoy apoyando todo mi peso en esta silla”. Inmediatamente, Paton exclamó: “¡Eso es!” Y desde ese día en adelante para esa tribu primitiva, “Cree en Jesús” se convirtió en “Apoya todo tu peso en Jesús”.

Como dice la frase del nativo, uno de los significados esenciales de creer en Dios es apoyar todas nuestras cargas no en el hombre sino en Dios. Hay cargas en nuestras vidas que son demasiado pesadas para que las llevemos, especialmente cuando cometemos un gran error que como resultado nos oprimimos constantemente. Pero si se lo llevamos a Dios y lo apoyamos en Él, Él nos ayudará a vencer la carga.
El Salmo 118:8-9 dice: Mejor es confiar en Jehová Que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová Que confiar en príncipes.

Dios les dijo a los israelitas que designaran varios pueblos en su tierra para que fueran las “ciudades de refugio”. Estas ciudades eran para alguien que podría haber matado a otra persona por accidente. La persona podía huir a una de estas ciudades y ser protegida de la venganza. ¿Qué lecciones nos da Dios hoy en día por medio de las ciudades de refugio?

En primer lugar, todos necesitamos un lugar de refugio.
En segundo lugar, el refugio está al alcance de todos nosotros.
En tercer lugar, debemos entrar en el refugio.

Todos necesitamos un lugar de refugio (versículos 1-3).
En la antigüedad, la nación de Israel no tenía nada equivalente a nuestro sistema legal actual. Cuando alguien era asesinado, la pena por asesinato era la muerte. Y la familia de la víctima cargaba con la pena para vengar esa muerte. Pero podría haber casos en los que algunas personas mataran a otras accidentalmente. Si las familias de las víctimas todavía vengaban con la muerte de los asesinos que mataron a sus familiares accidentalmente, eso podría ser un castigo demasiado duro. Aquellos que mataban a otros accidentalmente necesitaban protección de los vengadores de la sangre para obtener un juicio justo. Ellos también necesitaban ser tratados con misericordia. Para protegerlos de la dura venganza y tratarlos con misericordia, Dios proveyó a los israelitas lugares de refugio: Señalaos las ciudades de refugio, …para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre.

Cualquiera que mataba a alguien por accidente corría a una de estas ciudades y defendía su caso ante los ancianos de la ciudad. Luego le permitirían entrar y lo protegerían de la familia de la víctima. Sin tal ley, el acusado nunca recibiría el juicio adecuado porque los vengadores devolverían muerte por muerte sin juicio. Con tal ley de refugio, Dios no estaba tolerando la violencia, sino que proveyó el camino para un juicio justo y misericordioso para aquellos que mataban a otros accidentalmente.

¿Qué tiene que ver esta antigua ley de refugio con nosotros hoy? Es un medio de refugio para nuestra alma. Así como las ciudades de refugio eran lugares a los que un asesino podía huir en tiempos de problemas, Dios provee un lugar donde los pecadores pueden huir en tiempos de condenación.

Nacemos pecadores. Aunque no es nuestra culpa nacer como pecadores, es nuestra culpa que sigamos así. A medida que envejecemos y llegamos a una edad en la que podemos tomar una decisión, todos elegimos el pecado. Por lo tanto, somos culpables por nacimiento y por práctica. Ahora bien, puesto que esto es cierto, estamos en serios problemas. Así como hubo una sentencia de muerte para todos los que tomaron otra vida, también hay una sentencia de muerte para todos los nacidos en la raza humana pecadora. Romanos 6:23, Porque la paga del pecado es muerte.

Pero Dios nos provee el lugar de refugio. Isaías 25:1-4 dice: Jehová, tú eres mi Dios; ….Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor;

Para proveer un refugio a nuestras almas, Dios nos ha provisto a Jesucristo. ¡Jesús es nuestro refugio! En Cristo, podemos encontrar refugio de la condenación de nuestros pecados y de todas las penalidades por nuestros pecados. Romanos 8:1 dice que no hay condenación para los que están en Él.

El Nuevo Testamento usa la frase: “en Cristo” muchas veces. Ello representa nuestra relación con Jesús, de que estamos seguros en Él. 1 Juan 2:1 dice que Él es nuestro abogado y nuestro defensor, uno que habla por nosotros cuando lo necesitamos.

El único lugar para encontrar protección del vengador de la sangre, era en la ciudad de refugio. El único lugar para encontrar refugio para nuestras almas manchadas de pecado y atribuladas es en Cristo. Hechos 4:12 nos recuerda que en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Cristo Jesús es el único en quien todos los pecadores pueden encontrar refugio.

El refugio está al alcance de todos (versículos 7-8)
Al seguir las instrucciones de Dios sobre las ciudades de refugio, los israelitas establecieron tres ciudades de refugio a cada lado del río Jordán. En el lado oeste del Jordán, Cedes estaba en el norte, Siquem estaba en el centro y Hebrón estaba en el sur. Al este del Jordán, al norte con el Golán, al centro Ramot y al sur Bezer. Las ciudades de refugio estaban ubicadas de manera uniforme en la tierra, por lo que nadie estaba lejos de una ciudad de refugio.

Además, establecieron esas ciudades de refugio en los países montañosos o lugares prominentes. Las ciudades de refugio estaban en posiciones elevadas, por lo que se podían ver desde lejos. Ellas estaban ubicadas en lugares prominentes por lo que todas las personas podían encontrarlas fácilmente. La dirección hacia esas ciudades nunca estaban bloqueadas.
Los caminos que conducían a estas ciudades se mantenían despejados y disponibles en todas las estaciones. Las puertas nunca deben estar cerradas, sino que siempre deben permanecer abiertas.

Así como Dios estableció esas ciudades de refugio para aquellos que buscaban Su protección misericordiosa, Dios ha establecido a Jesús como el camino de refugio para todos los pecadores que buscan Su perdón y protección misericordiosa. A través de Cristo, Dios provee un camino claro que lleva al pecador culpable al lugar de refugio. Dios permitió que Jesús fuera crucificado en el monte del Calvario, para que todas las personas pudieran ver su muerte en la cruz y encontrar refugio en él para sus almas atribuladas.

Así como las ciudades de refugio estaban abiertas para todos: judíos y gentiles, a toda tribu, lengua y nación; la salvación de Jesús es universal en su alcance. El apóstol Pablo dice en Romanos 10:12-13: Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

Ya no tenemos las ciudades de refugio como en los tiempos del Antiguo Testamento, sino que la iglesia asumiría el papel de las ciudades de refugio. Jesús ha puesto iglesias en este mundo para proporcionar Su refugio a las personas que no tienen oportunidad de ser aceptadas en este mundo.

La intención de Dios al referirse a las ciudades de refugio era que, si bien tenía que haber justicia, su pueblo también estuviera dispuesto a demostrar misericordia. Esto no significa que debamos anular la culpabilidad de los crímenes de las personas. Sino significa que aceptamos a las personas que son condenadas y rechazadas en este mundo de justicia y compartimos la misericordia de Dios con ellas.

Así como las puertas de las ciudades de refugio debían estar siempre abiertas a todas las personas que necesitaban refugio, nuestra iglesia debe estar abierta a todo tipo de personas, tanto a las buenas como a las malas, tanto a los agradables como a los desagradables, tanto a los pacificadores como a los alborotadores.

Algunas personas se quejan de que la iglesia está llena de mucha gente mala. En cierto sentido puede ser cierto. De hecho, si las personas son lo suficientemente buenas como para no necesitar refugio para sus pecados, sus problemas, no necesitan venir a la iglesia. Así como los enfermos vienen a los hospitales para ser sanados, así los pecadores vienen a la iglesia para ser perdonados. Cuando algunas personas santas se quejaban de que Jesús se las arreglaba fácilmente con pecadores y personas malas, Él les respondió: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. (Marcos 2:17).

Especialmente en el mundo de hoy, donde las personas no pueden contrar fácilmente un lugar de refugio para sus problemas, nuestra iglesia debe ser un lugar donde puedan encontrar un refugio de amor incondicional. Nuestra iglesia debe ser un lugar donde las personas sin esperanza puedan encontrar esperanza en el Dios de las segundas oportunidades.

¿Cómo podemos nosotros, como iglesia, ser un lugar de refugio? Recordando que todos somos pecadores. Al recordar que sin la aceptación incondicional y el perdón de Cristo, estaríamos desesperados tal como ellos están. Compartiendo ese amor incondicional de Cristo con los demás. Estando siempre agradecidos a Cristo por ser el refugio de nuestras almas. Al reconocer que Jesús nos ha llamado a ser una iglesia de refugio para todos sin ningún favoritismo, discriminación o prejuicio. Obedeciendo Su palabra de perdonar y amar a todos, incluso a aquellos que nos odian y nos lastiman. Al ser ungidos con el Espíritu Santo que nos da dones de evangelismo. Ejerciendo el don de tender la mano a aquellos que necesitan refugio pero no saben dónde está el refugio.

Debemos entrar en el refugio (versículos 4-6, 9).
Para ser protegida por las ciudades de refugio, la persona que había matado a otra persona accidentalmente debía huir a una de las ciudades. Si el asesino no huía a una de las ciudades, no podía ser protegido del castigo o la venganza.

Dios ha preparado un lugar de refugio, pero debemos “huir” a él. Aunque Dios ha provisto el camino de protección contra el castigo por nuestros pecados, no podemos recibir la protección si no creemos en el camino y aceptamos el camino. Debemos acercarnos a Jesús con fe en que Él es el refugio de Dios para nuestras almas atribuladas. Hebreos 6:18 nos anima a hacerlo: nosotros, los que hemos huido a Él (Cristo) en busca de refugio, podríamos tener una poderosa fuerza interior y un fuerte estímulo para asirnos y retener la esperanza señalada para nosotros y puesta delante de nosotros. (Biblia Amplificada)

Entonces, ¿cómo podemos huir a Cristo para encontrar refugio para nuestras almas atribuladas?

En primer lugar, debemos confiar en que Dios nos perdona todos nuestros pecados si creemos en la cruz de Cristo.
No hay otra condición que creer que Jesús murió en la cruz para perdonar todos nuestros pecados. Si estás cansado de huir de tus pecados y de sentirte atrapado en una situación sin esperanza, ven a la cruz de Jesús. Si vienes a Él por fe, Él se convertirá en un refugio para tu alma atribulada (Mateo 11:28). Él pondrá paz en tu corazón (Romanos 5:1). No importa quién seas y qué tipo de vida hayas vivido. Jesús nunca rechazará a nadie que se acerque a Él. En Juan 6:37 Jesús asegura a todos los que se acerquen a Él que: … al que a mí viene, no le echo fuera.

En segundo lugar, debemos llevar todas nuestras ansiedades al Señor.
1 Pedro 5:7 dice: echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Cuando echamos nuestras ansiedades a Cristo, él nos asegura que Dios está con nosotros, cuida de nosotros y nos ayuda a superar todos los problemas.

Durante una clase dominical se hizo la pregunta: “En tu tiempo de desaliento, ¿cuál es tu Escritura favorita?”
Un joven dijo: ” Jehová es mi pastor, nada me faltará” Salmo 23:1. Una mujer de mediana edad dijo: Dios es nuestro amparo y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.(Salmo 46:1). Otra mujer dijo: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)
Entonces, el anciano Sr. John, que tenía 80 años, con la cabellera blanca y la piel negra y oscura, se puso de pie y dijo con toda la fuerza que pudo reunir: “Dice: ‘Y sucedió…’ 85 veces en la Biblia”. La clase se echó a reír un poco, pensando que la falta de memoria del viejo señor John se estaba apoderando de él.
Cuando las risas cesaron, dijo: “A los 30, perdí mi trabajo con seis bocas hambrientas y una esposa que alimentar. No sabía cómo lo lograría solucionar. A los 40 años, mi hijo mayor murió en el extranjero en la guerra. Eso me derribó. A los 50 años, mi casa se quemó hasta los cimientos. Nada se salvó de la casa. A los 60 años, mi esposa de 40 años enfermó de cáncer. Ello la carcomió lentamente. Lloramos juntos muchas noches de rodillas en oración. A los 65 años murió. Todavía hoy la echo de menos.
La agonía por la que pasé en cada una de estas situaciones fue increíble. Me preguntaba dónde estaría Dios. Pero cada vez que miraba en la Biblia veía uno de esos 85 versículos que decía: ‘Y sucedió’, sentía que Dios me estaba diciendo, que mi dolor y mis circunstancias también iban a pasar, y que Dios me ayudaría a superarlo”.

A lo largo de nuestra vida, experimentaremos angustia, decepción y pura impotencia. El Señor es nuestro recurso más preciado en esas horas de trauma. Jehová será refugio del pobre, Refugio para el tiempo de angustia (Salmo 9:9). Por lo tanto, arrojemos nuestra ansiedad, miedo, desaliento, desesperanza al Señor. El Señor ciertamente nos proporcionará paz, confianza, fortaleza y esperanza. El Señor nos capacitará para superar todas las dificultades.